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Por Katerine Albornoz
En el año 2021, tuve la oportunidad de asistir a la feria Ruraq Maki, celebrada en el Ministerio de Cultura del Perú, donde se exhibió una amplia gama de productos artesanales provenientes de diversas regiones del país. Estos productos demostraban un alto nivel de destreza en su elaboración, reflejando las significativas habilidades de los artesanos peruanos. Entre la diversidad de artículos presentados, una cartera de cuero decorada con diseños en relieve de flores captó particularmente mi atención. Este objeto despertó en mí una profunda curiosidad por las técnicas utilizadas por el artesano para lograr tales acabados.
Este interés me llevó a investigar sobre la tradición del trabajo en cuero, consciente de que no es una labor exclusiva de la era moderna, sino que tiene raíces profundas en las sociedades prehispánicas. En este contexto, la presente nota busca abordar de manera concisa la presencia del trabajo en cuero y sus diferentes ramas existentes, para luego centrarse en el arte de decorar el cuero. Este enfoque permitirá apreciar la continuidad y evolución de esta práctica artesanal desde tiempos ancestrales hasta la actualidad.
Primero, debemos abordar las siguientes preguntas.
Antes de proceder, es esencial abordar una pregunta fundamental sobre la terminología utilizada. Según la Real Academia Española (RAE), la piel es el tejido externo que cubre el cuerpo de los animales vertebrados y consta de tres capas superpuestas: epidermis, dermis e hipodermis. En contraste, el cuero se obtiene mediante un proceso químico conocido como curtido, al cual se somete la piel de los animales.
El curtido es el proceso por el que se transforma la piel cruda en un material duradero y resistente al tiempo. Este procedimiento no solo preserva la piel, sino que también le confiere propiedades esenciales como la flexibilidad, la resistencia y un atractivo estético. Para llevar a cabo este proceso, es necesario contar con un conocimiento detallado de los tipos de pieles y de las sustancias curtientes adecuadas (Mayta H, 2011).
Para comprender mejor la larga trayectoria del trabajo en cuero, es necesario destacar que esta actividad está profundamente ligada al contexto geográfico en el que se ha desarrollado.
Las evidencias tempranas del trabajo en cuero se remontan a Europa hace más de 100.000 años, donde los primeros humanos, siendo cazadores y recolectores, llevaban un estilo de vida nómada basado en la explotación de los recursos naturales disponibles. Al depender principalmente de la caza de animales, estos primeros humanos comenzaron a darle un uso práctico a la piel de los animales recién muertos, observando que el contacto con esta les proporcionaba abrigo (Meseldzic, 1998; Spangenberg et al., 2010). Esta observación marcó el inicio de una larga tradición de procesamiento y utilización del cuero, una práctica que no solo les brindaba protección contra las inclemencias del clima, sino que también se fue refinando y perfeccionando con el tiempo, convirtiéndose en un elemento esencial en diversas culturas a lo largo de los siglos en Europa (Campos, n.d.).
En contraposición, en América del Sur, la presencia humana se remonta a más de 20.000 años atrás. Aunque se encuentran indicios de la fabricación de objetos de cuero durante este tiempo, no se puede afirmar que fuera una práctica prevalente entre los antiguos habitantes. Esto podría explicarse por la diversidad de estrategias de caza, que no se centraban únicamente en la caza de los grandes mamíferos, lo que limitaba la disponibilidad y acceso de pieles (Boëda et al., 2014; Jackson et al., 2011; Marchione & Bellelli, 2013). Un aspecto relevante para discutir la existencia y prevalencia del trabajo en cuero son las pruebas e investigaciones arqueológicas que puedan apoyar esta actividad durante ese período, las cuales son limitadas.
Aunque en Sudamérica la información sobre este tema es escasa, en el caso de Perú contamos con algunas evidencias que permiten hablar del trabajo en cuero a través de registros arqueológicos. El indicio más antiguo encontrado es una piel descubierta en la cueva "Tres Ventanas", ubicada cerca del Río Chilca, que data de aproximadamente 8,000 años atrás. Nuestro entendimiento de esta práctica se ve ampliado por otras evidencias, como las pieles de camélidos y lobos marinos encontradas en el sitio de Paloma, en las Lomas de Chilca, que datan de entre 7,500 y 6,000 años atrás (Meseldzic, 1998).
En los años siguientes, se registró un notable aumento en la actividad agrícola, lo que condujo a un progreso significativo y, consecuentemente, el surgimiento de la industria textil alrededor de 5000 a.C (Dillehay et al., n.d.). La domesticación del algodón, según Bird (1985) fue un hito crucial que impulsó el progreso, al convertirse en el material principal para la fabricación de prendas y objetos textiles. Este cambio desplazó el uso de pieles y cueros en la confección de vestimenta, lo que posiblemente contribuyó a la escasez de restos de pieles y cueros de los periodos culturales prehispánicos en los últimos 2000 años aproximadamente. A pesar de ello, el uso de pieles y cueros no desapareció por completo, sino que se adaptó, por ejemplo, para la fabricación de sandalias, cascos, tocados, instrumentos musicales como tambores (ver imagen 1) (Falcón & Martínez, 2009; Lavalle & Lang, 1980).
Basándonos en los datos disponibles, se ha confirmado que las culturas prehispánicas emplearon diversas pieles, como las del lobo marino, los camélidos, los felinos y roedores como la vizcacha, entre otros. Estas pieles podían provenir tanto de animales terrestres como acuáticos.
El primer paso es obtener la piel cruda. Al principio, los humanos usaban sus uñas y dedos para esta tarea. Este método natural de adquirir piel marcó la primera etapa en la tecnología del trabajo con pieles, conocido más tarde como despellejar o desollar. Este proceso implica el uso de herramientas de piedra, hueso o madera.
El siguiente paso es la conservación de la piel para prevenir su putrefacción antes del curtido. Para conservar la piel, uno de los métodos es deshidratar la piel, ya que la humedad puede arruinarla; una forma eficaz de lograr esto es colocar la piel a la sombra para que se seque lentamente, protegida de la exposición directa al sol o al calor intenso que podría endurecerla. Otra forma de conservación es tratar las pieles con desinfectantes o conservantes, entre algunos desinfectantes que conocían los antiguos peruanos se conoce del mercurio, sal, salitre, humo, entre otros. También se puede usar productor de origen vegetal y animal como la resina del árbol del molle o la orina (cuadro 1) (Miranda, 2006).
Primero se llevaban a cabo varias etapas preparatorias con la piel cruda, incluyendo la limpieza, remojo, lavado y remoción de restos de carne adheridos. Después de estos pasos previos, se procedía al curtido propiamente dicho para transformar la piel en cuero. Cabe mencionar que en los casos en que se requería un cuero sin pelo, como para la fabricación de sandalias u otros objetos, después de quitar los restos de carne se aplicaba un proceso adicional para eliminar también el pelaje de la piel, conocido como pelambre o depilado. Por lo tanto, las etapas específicas variaban dependiendo del uso final que se le daría al cuero curtido (Melgar, 2000; Meseldzic, 1998).
Después de completar el proceso de curtido, se obtiene un producto no perecedero, seco y rígido. En este punto, es necesario realizar el acabado final, lo cual implica algunos procesos adicionales. Para ello se requiere el engrasado, para lo que se puede utilizar el colágeno resultante del proceso de curtido o el proveniente de otros animales, como la foca (cuadro 2). Esto le conferirá al producto terminado la suavidad, elasticidad e impermeabilidad deseadas.
Una vez obtenido el material deseado, se hacen las vestimentas, entre ellas los calzados, tocados y gorras, vestidos, bolsas y adornos, o se pueden hacer instrumentos musicales, implementos funerales u otros (ver imagen 2).
La llegada de los españoles a América trajo consigo cambios e introducción significativos, entre estos se destaca la introducción de animales como el ganado vacuno y ovino, lo que impulsó el desarrollo de la ganadería y, por ende, el trabajo con cuero (Assadourian, 1982; Esquivel, 1996). La manufactura de artículos de cuero fue una habilidad que los españoles refinaron y mejoraron con el tiempo. A lo largo de su historia, adoptaron y combinaron diversas técnicas, destacando particularmente las contribuciones árabes. Esta fusión de métodos los llevó a desarrollar una notable destreza en este oficio (Miranda, 2006; Schmitz, 1927).
Al principio, los conquistadores transportaban cuero y otros materiales a España y retornaban como productos acabados como zapatos, sillas, entre otros. Solo en casos excepcionales se permitía que las colonias curtieran el cuero, lo que limitaba esta actividad en la región (Miranda, 2006).
Después de que los hispanos se asentaran, llegaron los artesanos del cuero, quienes trajeron consigo sus propias herramientas y métodos. Además, introdujeron técnicas como la talabartería y la corioplastia. Estos artesanos se establecieron con éxito en varias localidades, creando centros de producción de cuero. Uno de estos centros se encontraba en la ciudad de Huamanga, Ayacucho, mientras que otros en lugares como Arequipa, Trujillo y Cajamarca (Miranda, 2006).
Durante la época colonial, la talabartería se centraba en la fabricación de artículos para montar a caballo, ya que los medios de transporte de esa época eran muy diferentes al presente y estos productos eran esenciales para la vida cotidiana de la gente en ese momento (Enríquez & Sarzosa, 2018).
Otra especialidad que también se introdujo fue la marroquinería, un oficio artesanal que implica la elaboración de estuches, carteras, billeteras, baúles, entre otros objetos (ver imagen 3) (Esquivel, 1996). Además, la coriaplastia se refiere al arte de ornamentar el cuero utilizando varias técnicas como el repujado, el calado, la incisión y el estampado, entre otras.
Para conocer más sobre este trabajo en la actualidad, nos hemos comunicado con Segundo Chacón Briones, de Celendín, Cajamarca, quien tiene experiencia en este arte.
KA: ¿Cómo inicio su interés por el trabajo artesanal?
SC: "Permítame contarle cómo descubrí mi pasión por el arte. Proveniente de Celendín, vivía en el barrio San Cayetano, en la calle Dos de Mayo. La parte baja de esta calle comenzaba con la iglesia adventista de Celendín. Desde mi casa hasta la iglesia, había una bajada de tierra arcillosa. Observaba con curiosidad cómo los caballos dejaban huellas al bajar con productos para vender. Esto despertó mi interés en la arcilla. Experimenté modelando figuras, desde juguetes hasta utensilios para el hogar. Consulté a mi profesor, Alfonso Rojas, sobre cómo quemar mis creaciones. Me aconsejó usar estiércol de vaca como combustible. Así, me convertí en proveedor de juguetes de mis compañeros y también tejía sombreros con mi prima Dolores en las noches en las noches tejía sombreros con mi prima Dolores, iluminándonos con una lámpara o un mechero de kerosene, ya que no teníamos luz eléctrica. Todo comenzó por curiosidad y por la necesidad de ayudar en casa. La necesidad me llevó a crear."
KA: ¿Cómo se incursiono en el trabajo en cuero?
SC: “Cuando llegué a Cajamarca, buscaba trabajo. En la plaza, conocí a un paisano que me animó a postular a la universidad. Logré ingresar, pero luego enfrenté un nuevo desafío: ¿Cómo mantenerme en Cajamarca? Un amigo me contó que el comedor universitario necesitaba personal, así que decidí postularme y trabajé allí durante los cinco años que duró mi carrera.
Paralelamente, me entere de un centro artesanal en Cajamarca que ofrecía cursos de cerámica, corioplastia (trabajo con cuero), orfebrería y más. Me inscribí rápidamente en los cursos de cerámica y corioplastia. En el curso de corioplastia, aprendí a hacer objetos de cuero, como monederos y billeteras, y a decorarlos. Comprábamos el cuero ya curtido en la calle Lima de Cajamarca”.
Ideas Finales
El trabajo en cuero es una práctica que se remonta a los inicios de la civilización humana. Originalmente, las primeras comunidades probablemente utilizaron el cuero por necesidad, empleándolo para abrigarse o como recurso versátil. En las sociedades prehispánicas, se evidencian conocimientos sobre el curtido de pieles y su uso, aunque la información sobre las técnicas específicas de trabajo en cuero en esos tiempos es escasa y poco documentada en fuentes históricas detalladas.
Con la llegada de los españoles, se incrementó la documentación sobre el uso del cuero, lo que nos brinda una visión más clara de las prácticas de nuestros antepasados. Durante el periodo colonial, los artesanos indígenas adoptaron y adaptaron las nuevas técnicas europeas de trabajo en cuero a su propio contexto social y cultural. Estos artesanos no solo asimilaron estas prácticas, sino que las reinterpretaron e integraron a su propia visión del mundo, manteniendo vivas estas tradiciones hasta la actualidad.
Comprender la procedencia y evolución de estos conocimientos nos hace conscientes de nuestra rica herencia cultural. La permanencia de estas técnicas en la actualidad no depende únicamente de su valor histórico, sino también de cómo decidamos integrarlas y preservarlas en nuestro mundo contemporáneo.
Bibliografía
Assadourian, C. S. (1982). El sistema de la economía colonial (Primera). Instituto de Estudios Peruanos.
Bird, J. B. (1985). The preceramic excavations at The Huaca Prieta Chicama Valley, Peru (J. Hyslop & M. Dimitrijevic Skinner, Eds.; Vol. 62).
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